ESPERANZA AGUIRRE ¿IGNORANCIA O MALA FE?

Jerónimo Martín de Bernardo.-

Si yo tuviera que contestar a la pregunta diría que la dos cosas, me refiero a la charla que ha dado en un colegio privado donde ha explicado que la guerra civil procedió de un golpe de Estado del PSOE en 1934. Algo que solo los pseudohistoriadores cuyo objetivo es defender la dictadura de Franco han argumentado.

En octubre de 1934 el PSOE convocó una huelga general, que en Asturias se convirtió en una huelga revolucionaria. En Asturias fue el único sitio donde se coordinaron todos los partidos y sindicatos obreros, incluyendo CNT y el PCE, en la Alianza asturiana. El pacto partió del acuerdo entre CNT y UGT.

El 21 de abril de 1934 se había celebrado el Congreso de la Juventud de Acción Popular (JAP), y su líder Gil Robles, que participó en el acto y fue recibido con el saludo fascista. Lo aclamaron, en varias ocasiones como «jefe, jefe, jefe…», en semejanza al führer en Alemania o al duce en Italia.

José Antonio Primo de Rivera había fundado Falange Española (FE) en octubre de 1933 y en febrero de 1934 se produjo la fusión de Falange y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), partido que se autoproclamaba de carácter fascista.

Mussolini mantenía relaciones con los monárquicos españoles. El 31 de marzo de 1934, una delegación de cuatro personas: Goicoechea, por Renovación Española; Olazábal, Lizárraga por los carlistas y el general Barrera, por los militares; habían firmado un pacto en Roma con el dictador italiano en persona, quien les hizo la promesa de que ayudaría a los partidos que lucharan para derrocar el régimen republicano, suministrando de forma inmediata 20.000 fusiles, 20.000 granadas, 200 ametralladoras y medio millón de pesetas en metálico, como contribución inicial.

Gil-Robles había asistido al Congreso Nazi de Nuremberg y estaba acercándose a las dictaduras europeas. A los socialistas les preocupaba especialmente su relación con Austria, donde el canciller Dollfuss había llegado al poder en 1932 por vía electoral, con Frente Patriótico, una coalición similar a la CEDA, había disuelto el parlamento e implantado una dictadura. Expulsó a los socialistas de los Gobiernos locales o provinciales donde gobernaban, ilegalizó el Partido y recurrió al ejército para aplastar a los socialistas en Viena. En febrero de 1934 bombardearon los barrios obreros, causando centenares de muertos. Ante esa situación se convocó una huelga general.

Asturias fue el único sitio donde triunfó inicialmente una insurrección, los que mayoritariamente la llevaron a cabo fueron los mineros. Sus duras condiciones de trabajo, con continuos accidentes mortales por ausencia de todas las medidas de seguridad, favorecieron la disposición a la sublevación. No tenían excesivas armas, pero sí disponían de gran cantidad de dinamita. El movimiento se llevó a cabo entorno a Oviedo y las cuencas mineras, comenzando en Mieres, La Felguera y Sama de Langreo, donde fueron atacados la mayoría de los cuarteles de la Guardia Civil y muchos Ayuntamientos. La implantación por toda la provincia fue de gran calado, además tomaron Oviedo y ocuparon las fábricas de armas de Trubia y La Vega. Utilizaron como consigna la de UHP (Unión de Obreros Proletarios), cuyo uso se generalizaría posteriormente como slogan para todos los grupos de la Alianza Obrera. El Comité revolucionario asturiano dictó un bando en el que se establecía que todo individuo cogido en actos de pillajes sería pasado por las armas, con la intención de velar por el orden y la buena marcha de la revolución ante la posibilidad de saqueos y robos.

En los días siguientes empezaron a ser conscientes del aislamiento en que se encontraban. Los socialistas que dirigían el movimiento, Ramón González Peña y Belarmino Tomás, presidente y secretario del sindicato minero asturiano, se plantearon la rendición. El general López Ochoa, a quien había encargado el Gobierno sofocar la rebelión, estaba recuperando Oviedo y el 11 había acabado la resistencia en Gijón, lo que permitía el desembarco de tropas. El general Ochoa, que había sido conspirador republicano en época de la Dictadura de Primo de Rivera, estaba en disposición de llegar a un acuerdo con los revolucionarios. Belarmino Tomás, el 19 de octubre, se reunió con el general para negociar las condiciones de la rendición. Se comprometía a entregar los prisioneros y depositar el armamento en las Casas del Pueblo, Ayuntamientos y escuelas, para que lo recogieran. A cambio pedía que no hubiese represalias y se respetasen todas las personas y todos los objetos, que los Regulares y la Legión entrarían en retaguardia y que las tropas no entrarían en la cuenca minera hasta el día siguiente, 20 de octubre, entre las once y las doce de la mañana. Ochoa aceptó las dos condiciones, saldrían esa misma tarde con las tropas africanas en la retaguardia. Pero Lerroux declaró el Estado de guerra y dio todo el poder para acabar con la sublevación a los generales Franco y Godet, asesores del ministro de la Guerra. Llevaron a Asturias tropas desde La Coruña, algunos destacamentos de otras provincias, pero principalmente legionarios y regulares de Marruecos, a las órdenes del teniente coronel Yagüe, ante el temor de que las tropas de la península terminaran apoyando a los revolucionarios.

Solamente respetó el acuerdo la columna de López Ochoa, ni Yagüe ni el general Balmes, ni Franco, ni Goded obedecieron. Se produjo una violenta represión y el saqueo de viviendas, tomando las poblaciones mineras casa por casa. Las Casas del Pueblo de Sama, La Oscura, Laviana, Mieres, Moreda Turón y Sotrondio, entre otras, fueron desvalijadas. Se destruyeron los aparatos de cine sonoro y se quemaron las bibliotecas. Después venderían en el zoco los bienes saqueados: ropas, relojes, máquinas de coser, mantas, sábanas, colchones, etc.

El general López Ochoa, que era un oficial culto y masón, había intentado que se respetara el acuerdo, e hizo lo que pudo para evitar los asesinatos y violaciones, incluso ordenó el fusilamiento de cuatro militares africanos culpables de atrocidades. Yagüe no quiso contener a sus tropas de la legión, prefirió emplear el terror como arma. Si bien no hay cifras exactas, según las diversas estimaciones, se produjeron alrededor de 1500 muertos, aproximadamente el 80% de revolucionarios asturianos y el 20% entre las fuerzas gubernamentales, además hubo más de 20 000 detenidos.

Esa es la realidad de la Revolución de Asturias Sra. Aguirre, contrastada por los más prestigiosos historiadores, donde claro que hubo errores por parte de los socialistas, que pagaron con cárcel, pero nada tiene que ver con el Golpe militar de 1936, donde por medio de las armas se produjo un alzamiento contra el Gobierno. Golpe que no triunfó, pero que al haberse quedado con la mayor parte el material bélico para defensa del Estado iniciaron una guerra contra la población civil con el apoyo de Hitler y Mussolini, donde los campesinos fueron los que más muertos pusieron.

La guerra fue atroz y se hicieron barbaridades por los dos bandos, pero una vez finalizada la guerra, la represión franquista llevó a que fueran fusiladas cerca de 100 000 personas. Cuando finalizan las guerras hay paz, aquí no la hubo lo que hubo fue ensañamiento por parte del franquismo.

Al Sr Feijóo hay que decirle que lo mismo que hay considerar a ETA una banda terrorista y a sus acciones terrorismo, lo del 36 fue un golpe de Estado y hay que llamarlo así, como después hubo una cruel dictadura con Franco como dictador, y así hay que decirlo, sin medias tintas. Todo hay que condenarlo por igual y cuando VOX y algunos del PP evitan llamar golpe de Estado, Dictadura o Dictador a Franco, están actuando igual que Bildu con ETA.