DETERMINISMO PROBABILÍSTICO

Antonio López Abarca.-

Probablemente, la disociación a nivel cuántico de la plenitud de las partículas en dos esferas de actuación como último reducto del secreto de la vida en el Universo, determine que, la especie humana, biológicamente compuesta por grumos enlazados de moléculas de materia, este impregnada, inequívocamente, de esa misma dualidad, lo que concluiría en una esfera de pensamiento o capacidad de imaginar ser o desear, y en otra esfera de acción, o de aquello que con nuestras capacidades podemos alcanzar.

Sirva esta introducción como un intento de explicación metafísica del por qué de la inconclusa plenitud del ser humano en la tierra, al estar su ser imbuido de esa misma realidad dual que se manifiesta como fruto de una relación combinativa en lo más profundo de su esencia.

El gran secreto del ser humano, su libre albedrio o capacidad de querer y disponer de su existencia que ha servido a la filosofía y a las religiones para explicar la existencia del ser humano como creación a imagen y semejanza de un Dios, está siendo puesto en cuestión por el avance de la ciencia al demostrar que no es tal, y que ésa capacidad de decisión está predeterminada por su composición bioquímica de origen, hoy en trance de ser descifrada por la ciencia. Consecuentemente, cabe preguntarse si el ser humano es responsable de sus actos, si ejerce su voluntad sobre ellos, o si sus reacciones a los estímulos que recibe vienen dados por su composición bioquímica y el acto surge como un reflejo automático. Nos hacemos la ilusión de que somos nosotros los que tomamos las decisiones, y es verdad que son decisiones nuestras, no son de otro, pero en realidad la decisión nos viene dada en ese impulso eléctrico surgido en el horno cuántico de nuestro cerebro. Cuando yo prefiero el blanco al rojo en el color de mi vehículo, o me gusta más un día brumoso que otro soleado, cuando me enamoro perdidamente de alguien y no de otro, ¿son decisiones creadas a mi voluntad, o me vienen dadas desde la fragua de mi cerebro?.

A finales del s. XVIII, el Marqués de Laplace, defendió la teoría del determinismo en el funcionamiento del universo. Explicó que, conocida una situación de partida en la conformación del universo, al regirse éste por leyes físicas inmutables, era posible determinar su composición y situación en el origen y en cualquier otro momento dado de su evolución. En definitiva, todo estaría determinado de antemano, tan solo habría que descubrir las piezas del mecanismo y la ley de su relación. Este determinismo, validado por la teoría de la relatividad general de Einstein que considera el universo como un todo que fluye desde una primera explosión y se proyecta en el espacio-tiempo con arreglo a un orden, quebró en la mecánica cuántica con el estudio de la materia en su más genuina y mínima composición. Heisenberg, al estudiar la posición y velocidad de las subpartículas que integran los átomos, defendió la existencia de un principio de incertidumbre, concluyendo que en el mundo subatómico de las partículas es imposible a la ciencia su determinación exacta, debiéndonos conformar con conocerlas a través de probabilidades.

Llevado este razonamiento a sus últimas consecuencias en el comportamiento de los seres humanos, como entes conformados por esa misma materia, podríamos concluir que nuestros pensamientos y actos pueden ser determinados a priori, a través de probabilidades, en función de la composición bioquímica de nuestro cerebro. Conocida esta composición, podríamos dirigirle los estímulos adecuados para obtener las respuestas que queremos. En determinada forma, esto es lo que ya se obtiene a través del big-data en la política y en otros campos de la actividad humana: conocidas las respuestas que damos a las cuestiones que en el día a día se nos plantean, debidamente almacenadas y tratadas mediante algoritmos, es posible preparar los estímulos adecuados para obtener las respuestas que se desean. Esto es lo que hizo el Sr. Trump, (y hacen otros, ya sea en la política o en el consumo) a través de «Cambridge Analytica», obtener los datos acumulados por el big-data del comportamiento de determinados electores de EEUU para dirigirse a ellos con propuestas estudiadas para obtener su voto en función de esos antecedentes.

Esta visión de la formación de la voluntad en la especie humana y su determinación probabilística, si bien garantizaría que no podrá existir en forma natural una fábrica de conformación de voluntades al modo de Un Mundo Feliz, de Huxley, deja al descubierto, sin embargo, la posibilidad de que debidamente estudiada la composición bioquímica de las personas, puedan sus voluntades ser manipuladas.

Finalmente, cabe preguntarse: Si no hay una proceso volitivo previo del sujeto que determina sus actos sino que estos brotan en automático en función de la composición bioquímica de su cerebro, como los rayos del sol se reflejan en un espejo, ¿Quién es el responsable de ellos?.

Al igual que en los paisajes de Thomas Chambers, el realismo humano respira en el primitivismo del mundo de los espíritus.