LA DEGRADACIÓN DEL DEBATE POLÍTICO.

Rafael Valera.-

Una premisa obligatoria: “generalizar es injusto”, pero en la mayoría de las cuestiones no queda más remedio que generalizar y, si acaso, resaltar las excepcionalidades.

Dicho esto, continúo afirmando que soy de esas personas a las que les gustaría que nuestra clase política fuese rigurosa y pedagógica. Sí, ya sé que es mucho pedir, pero al menos me conformaría con que no nos faltaran el respeto ni insultaran a la inteligencia.

Es evidente que no todos/as son iguales, que todos podemos caer en el uso “sesgado” de la verdad y que, en ocasiones, se utilizan de manera torticera los datos, las informaciones e incluso las palabras que otros han pronunciado.

No me gusta esa forma de actuar, pero, casi todos hemos terminado por aceptarla como normal, aunque esa “normalidad”, permítaseme el juego de palabras, sea lo menos normal para cualquiera con algo de “amor por su propia inteligencia”.

Sin renunciar a combatirla en la medida de las posibilidades de cada cual, la manera en la que, en mi caso, puedo hacerlo no es otra que intentar transmitir opiniones sobre esa mala praxis que domina el debate político en España.

Por eso acepto, sin mucho agrado, todo hay que decirlo, que en ocasiones de utilicen determinados informes, estudios o encuestas de opinión, como soporte argumental, en la disputa política. Que haya quienes, con habilidad, pretenda para llevar el “agua a su molino”, en el debate. Pero ocurre que, en muchas ocasiones, las referencias son parciales (en el doble sentido de la palabra) y carentes de rigor, máxime cuando se tergiversan los datos para adecuarlos a las necesidades del orador. Ya digo, lo acepto como “animal de compañía”, no es lo que me gustaría, pero es lo que hay.

También me causa rechazo la utilización populista y demagógica de términos como “pueblo”, “España”, “nación” … en ese intento de establecer barreras, de separar a “buenos y malos”, de marcar la “buena España” y diferenciarla de la “antiEspaña”.

No, no soporto esa forma de utilización fraudulenta y engañosa de las palabras. Porque detrás de esa forma de expresarse solo hay falacias, mentiras y ánimo de engañar. Como tampoco acepto la utilización de la sinécdoque “coger la parte por el todo”, de la que suelen hacer uso los nacionalismos -sean del signo que sean, incluido en nacionalismo españolista-, de hablar en nombre de todos, como si toda una Comunidad, o toda España, fuese una sola cosa, un solo pensamiento que, por supuesto, ha de ser el que ellos expresan.

Viene esto a cuento del debate político en general, pero que se acrecienta cuando el calendario se acerca a citas electorales. Pareciera que algunos partidos considerasen a sus votantes como “fieras” a las que hay que contentar con ataques furibundos a los “enemigos”. Que solo con “la carne de cadáveres” se alimenta al electorado.

Es posible que una parte del electorado responda a esa lógica, sin duda, pero ello, en gran parte, es la consecuencia de unas formas de hacer política que ha calado en parte de la ciudadanía; esa misma ciudadanía que reacciona con acritud, y cuasi violencia, ante las opiniones adversas.

Una parte del Partido Popular, por lo que conocemos, el que gira en torno al PP madrileño y FAES –cómo si no fueran la misma cosa- ha reaccionado de manera airada por la “campaña moderada” que, dicen, ha llevado a cabo el PP vasco. Que hubiera hecho falta más “leña”, que traducido al lenguaje PPero es “más ETA”.

Para nada sirven los datos. Para nada se analizan con rigor los resultados, solo están en el: “más ETA”.

Pero los resultados del País Vasco son los que son; quien más ha utilizado a ETA en la campaña ha sido Vox y su resultado apenas supera los 20 mil votos en todo el País Vasco, logrando un escaño en Álava con algo más de cinco mil votos y el 3,7%.

¿De dónde espera, esa parte del PP que pide “más ETA”, extraer votos? ¿Acaso de sus hermanos siameses de Vox?

Pues la suma de PP y Vox ronda el 10% del electorado que ha acudido a votar y sus votos totalizan 118.545, en un censo de 1.795.206 electores.

Por ello, no es entendible que se pida “más ETA” en la campaña del País Vasco, si no es pensando en campañas en otros territorios de España. Tal vez, lo que, a esa parte del PP, realmente les preocupe es que se pudiera abandonar ese discurso que tan buenos réditos da en otros lugares.

ETA sigue siendo un “filón electoral” para el PP, a pesar del rechazo que, el pasado domingo, han mostrado a esa forma de utilización obscena del terrorismo, quienes más han sufrido el “día a día etarra”. Una sociedad, la vasca, que ha puesto de manifiesto su disposición a superar ese tenebroso pasado y construir una sociedad abierta, plural y en convivencia.

Pero en el horizonte temporal tenemos las elecciones en Cataluña y un mes después las elecciones al Parlamento Europeo. Por ello, no es presumible que se abandone el discurso, que, cuan perros, estén dispuestos a soltar el bocado que, hasta ahora, les ha venido dando resultados.

Y en ese clima “electoral” hay que encuadrar las intervenciones, algo desesperadas, la verdad, tanto de Bendodo como de Rufián, que este lunes se han producido en el Congreso durante la comparecencia de Salvador Illa.

Un Bendodo que aparece en “los papeles”, que está investigado por miles de contratos, a priori, fraudulentos y que no se sonroja a la hora de mantener sus mentiras contra todas las evidencia e informes del Tribunal de Cuentas.

Lo de Rufián es aparte. Es la personalización de la desesperación que embarga a ERC. Una desesperación que le puede hacer retroceder a épocas en las que no dejaba de ser el “tonto útil” del independentismo más reaccionario. Pero Rufián es un “buen soldado” e intenta cumplir con las órdenes sin plantearse la racionalidad y sentido de las mismas. Es el hacer mérito para ser aceptado en un “club” en que se siente como admitido por “recomendación.

¡Y pensar que a este tipo de personajes les votan miles de personas! ¿Habrá que darles la razón a quienes mantienen que vamos camino de la extinción?

Veremos…